La Revolución Que Viene

“Todo nuestro ensalzado progreso tecnológico, y la civilización en general, se podría comparar con un hacha en la mano de un criminal patológico.”

-Albert Eistein


Se está preparando una gran revolución; una revolución mundial. Considérese el origen de las dos revoluciones más importantes de la Época Moderna: la francesa y la rusa. Francia durante el siglo XVIII era regida por un gobierno monárquico y una aristocracia hereditaria. Este régimen tuvo su origen en la Edad Media y estaba fundado sobre valores y conceptos feudales, valores y conceptos idóneos para una sociedad agrícola y guerrera en la que el poderío se basaba principalmente en la caballería pesada que peleaba a lanza y espada. El régimen se había ido modificando a través de los siglos a medida que el poderío político se iba concentrando en manos del rey. Pero conservaba ciertamente rasgos que no variaban: era un régimen conservador en el que una clase tradicional y hereditaria acaparaba el poderío y el prestigio.

Mientras tanto, el ritmo de la evolución social se aceleraba, y para el siglo XVIII había alcanzado una rapidez inusitada. Surgían técnicas, estructuras económicas e ideas nuevas, a las cuales el viejo régimen francés no sabía hacer frente. La creciente importancia del comercio, la industria y la tecnología exigía un régimen flexible y capaz de adaptarse a los rápidos cambios; por lo tanto, una estructura política y social en la que el poder el prestigio perteneciera a quienes lo merecían por sus dotes y sus logros, y no a quienes los habían heredado. Al mismo tiempo, conocimientos nuevos, al lado de nuevas ideas que llegaban a Europa de resultas de contactos con otras culturas, iban socavando los viejos valores y creencia. Los filósofos de la llamada Ilustración iban expresando y dando forma definida a los nuevos anhelos e inquietudes de manera que se desarrollaba un sistema de valores que era incompatible con los valores viejos. Para 1789, Francia se veía bajo el dominio de un régimen anticuado que no habría podido ceder a los nuevos valores sin destruirse; porque no era posible prescindir del dominio de una clase hereditaria. Siendo la naturaleza humana como es, no sorprende que los integrantes del viejo régimen se negaran a renunciar a sus privilegios para dar paso al llamado "progreso". Así que la tensión entre los valores viejos y los nuevos siguió subiendo hasta que estalló en una revolución.

La situación prerrevolucionaria de Rusia era semejante a la de Francia, salvo que el régimen ruso era todavía más anticuado, atrasado y rígido que el de Francia; y además, había en Rusia un movimiento revolucionario que trabajaba porfiadamente por socavar el régimen y los valores viejos. Así como el francés, el viejo régimen ruso no podía ceder a los nuevos valores sin dejar de existir, debido a que los zares y los demás integrantes del régimen naturalmente rehusaron sacrificar sus privilegios, el conflicto entre los dos sistemas de valores era irreconciliable, y la consiguiente tensión subió hasta que se produjo la revolución.

El mundo de hoy se está acercando a una situación análoga a la de Francia y Rusia antes de sus respectivas revoluciones.

Eran los valores enlazados con el llamado "progreso" -es decir, con el desmesurado crecimiento tecnológico y económico- los que al retar a su vez los valores de los viejos regímenes produjeron las tensiones que acarrearon las revoluciones francesa y rusa. Aquellosvalores ahora han llegado a ser los valores de otro régimen dominador: el sistema tecno- industrial que hoy rige al mundo. Y van surgiendo otros valores nuevos que comienzan a retar a su vez a los valores del sistema tecno-industrial. Los nuevos valores son totalmente incompatibles con los valores tecno-industriales así que la tensión entre los dos sistemas de valores no se puede aflojar mediante concesiones recíprocas. Es seguro que los partidarios de la tecnología no van a ceder voluntariamente a los nuevos valores. El hacerlo supondría el sacrificio de todo por lo que viven; antes morirían que ceder. Si los nuevos valores se extienden y fortalecen lo bastante la tensión subirá hasta tal punto que el único resultado positivo será una revolución. Y hay motivos para creer que los nuevos valores sí se extenderán y se fortalecerán.

El ingenuo optimismo del siglo XVIII les hacía creer a algunos que el avance de la tecnología acarrearía una suerte de utopía en la que los seres humanos, librados de la necesidad de trabajar para sustentarse, se dedicasen a la filosofía, la ciencia, la música, la literatura y las demás bellas artes. Excusado es decir que las cosas no han resultado ser así.

Al tratar de cómo sí han resultado las cosas me referiré especialmente a los Estados Unidos, que son el país que mejor conozco. Los Estados Unidos son el país tecnológicamente más avanzado del mundo. A medida que avanzan los demás países industrializados, tienden a seguir rumbos paralelos al de los Estados Unidos. Así que podemos decir, a grandes rasgos y con algunas reservas, que donde los Estados Unidos están ahora, estarán los demás países industrializados en el porvenir.

En vez de emplear sus tecnológicos medios de producción para proveerse de tiempo libre para emprender sus trabajos intelectuales y artísticos, los hombres de hoy se empeñan en luchar por el estatus, el prestigio y el poder, y por acumular bienes materiales que no les sirven sino de juguetes. La clase de arte y literatura en la que se sume el moderno norteamericano medio es la que ofrecen la televisión, el cine y las revistas y novelas populares: y no es precisamente en lo que pensaban los optimistas del siglo XVIII. En efecto, la cultura popular norteamericana está reducida al mero hedonismo, y hedonismo de un género especialmente despreciable. El arte "serio" sí existe, pero propende a la neurosis, el pesimismo y al derrotismo.

Como era de esperar el hedonismo no ha acarreado la felicidad. La vaciedad espiritual de la cultura hedonista deja a muchos profundamente insatisfechos. La depresión, la tensión nerviosa y la ansiedad patológica se extienden, razón por la cual muchísimos estadounidenses recurren a drogas (legales e ilegales) que alivien estos síntomas, o modifican su estado de ánimo de alguna otra manera. Otros indicios de la enfermedad social estadounidense son, por ejemplo, la frecuente incapacidad para dormir o comer normalmente y el maltrato a los niños. Y hasta entre los estadounidenses que parecen haberse adaptado mejor a la vida moderna reina una actitud cínica hacia las instituciones de su propia sociedad.

Esta insatisfacción crónica y la enfermiza condición psicológica del hombre moderno no son partes normales e inevitables de la existencia humana. Sin idealizar la vida de los pueblos primitivos ni ocultar los hechos poco agradables desde el punto de vista moderno, tales como el alto índice de mortalidad infantil o, en algunas culturas, un espíritu guerrero y violento, hay motivos para creer que el hombre primitivo estaba más satisfechos con su modo de vivir, y sufría mucho menos de problemas psicológicos, que el estadounidense moderno. Por ejemplo, entre las culturas cazadoras-recolectoras, antes de que fueran desbaratadas por la intrusión de la sociedad industrial, el maltrato a los niños era casi inexistente. Y hay indicios de que en las más de estas culturas había muy poca ansiedad o tensión nerviosa.

Y no se trata solamente del daño que la sociedad moderna le inflige al hombre; hay que tener en cuenta también el daño que la sociedad moderna le infligido a la naturaleza, que es nuestra madre y, aún hoy y a los hombres modernos, que sólo de vez en cuando entran en contacto con ella, los atrae, los embelesa, y les presenta la imagen de la belleza máxima y más fascinadora. La destrucción del mundo natural y salvaje es un mal que inquieta, conturba y aún horroriza a muchas personas. Pero no hace falta extenderse sobre la asolación de la naturaleza, pues los hechos son consabidos: el suelo cada vez más cubierto de pavimento en lugar de hierba, el anormal mente acelerado ritmo de extinción de las especies, el envenenamiento del agua y de la atmósfera, y de resultas de éste la alteración del mismo clima de la tierra, cuyas consecuencias últimas no son previsibles y pueden resultar funestas...

Lo cual nos recuerda que el desenfrenado crecimiento de la tecnología amenaza a la misma supervivencia de la raza humana. La sociedad humana y su ambiente mundial constituyen un sistema de suma complejidad, y en un sistema tan complejo como éste las consecuencias de un determinado cambio por lo general no se pueden predecir. Y la tecnología moderna va realizando cambios profundísimos así en la sociedad humana como en un su ambiente físico y biológico. Que las consecuencias de semejantes cambios son imprescindibles está demostrado no solamente por conocimientos teóricos, sino por la experiencia también. Por ejemplo, nadie habría podido predecir de antemano que los cambios modernos, por vías que todavía no se han determinado con seguridad, acarrearían una epidemia de alergias.

Cuando a un sistema complejo y más o menos estable se le perturba a través de un cambio importante, los resultados suelen ser desestabilizadores y por consiguiente dañinos. Por ejemplo, se sabe que las mutaciones genéticas de los organismos vivos a excepción de las insignificantes, son casi siempre perjudiciales; sólo rara vez resultan beneficiosas para el organismo. De igual manera, cuanto más grandes se hacen las "mutaciones" que la tecnología va introduciendo en el "organismo" que es la biosfera (el conjunto de todos los seres vivos de la tierra), tanto mayores resultan los daños que éstas tienden a producir. Así que nadie más que un mentecato puede negar que la continua introducción, a través del progreso tecnológico, de cada vez mayores cambios en el sistema hombre-tierra sea sumamente peligrosa, arriesgada y temeraria.

No obstante, a pesar de todo, yo no soy de aquellos que predicen un desastre físico o biológico a escala mundial que derrumbe de una vez el sistema tecno-industrial en su conjunto dentro de unos pocos decenios. El riesgo de semejante desastre es real y grave, pero por ahora no sabemos si efectivamente sucederá. Sin embargo, si no sobreviene un desastre de esta clase, es prácticamente seguro que llegará un desastre de otra índole: la pérdida de nuestra humanidad.

El progreso tecnológico no solamente está cambiando el ambiente del ser humano, sino que va cambiando al mismo ser humano. Pues el hombre es en gran parte un producto de las condiciones en que vive. En el futuro, suponiendo que continué el desarrollo del sistema tecnológico, las condiciones en que vivirá el hombre serán tan profundamente distintas de las condiciones en que ha vivido antes, que tendrán que transformar al hombre mismo

El anhelo de libertad, la afición a la naturaleza, la valentía, el honor, la honradez, la moralidad, la amistad, el amor y todos los demás instintos sociales... y hasta el mismo albedrío: todas estas cualidades humanas, estimadas en sumo grado desde los albores de la raza humana, evolucionaron a través de los milenios porque eran idóneas y útiles en las circunstancias primitivas en las que vivía el hombre. Pero hoy en día el llamado "progreso" está cambiando tanto las circunstancias de la vida humana, que las antaño provechosas cualidades humanas se van haciendo obsoletas, artificiales e inútiles. Por consiguiente, van a desaparecer o transformarse en algo totalmente diferente y ajeno a nosotros. Este fenómenoya puede ser observado: Entre la clase media estadounidense el concepto de honra prácticamente ha desaparecido, la valentía se tiene en poco, la amistad casi siempre carece de profundidad, la honradez está decayendo, y la libertad parece haber llegado a identificarse, en la opinión de algunos, con obediencia a las reglas. Y téngase en cuenta que esto no es sino el comienzo, que aún es pronto y lo peor está por llegar.

Es de suponer que el hombre seguirá cambiando a paso acelerado, porque se sabe que la evolución de un organismo es muy veloz cuando su ambiente se transforma de repente. Y es más: El hombre se está transformando a sí mismo, al igual que a otros organismos vivos, mediante la biotecnología. Hoy en día están de moda los llamados "designer babies" (bebés de diseño). Una mujer que desee un hijo que tenga determinadas características, por ejemplo, inteligencia, habilidades atléticas, cabello rubio o estatura alta, llega a un acuerdo con otra mujer que tenga los rasgos deseados. Esta dona un óvulo (normalmente, a cambio de una suma de dinero -hay mujeres que se dedican a este comercio-) que se implanta en el útero de la primera mujer para que a los nueve meses para el bebé tenga -se espera- las añoradas características (9). No cabe duda alguna de que, a medida que se avance en la biotecnología, se irá diseñando cada vez más eficazmente a los bebés mediante modificaciones genéticas de los óvulos y los espermatozoides (10), de manera que el hombre se asemejará cada vez más a un producto planeado y manufacturado en lugar de ser una libre creación de la naturaleza. Además de que esto resulte sumamente ofensivo para nuestro sentido de lo que debería ser una persona, sus consecuencias sociales y biológicas serán profundísimas e imprevisibles; por tanto, con toda probabilidad funestas.

-Pero tal vez no importe eso a la larga, porque es bien posible que los seres humanos lleguen algún día a quedar obsoletos. Hay científicos distinguidos que creen que dentro de unos pocos decenios los ingenieros informáticos habrán conseguido producir máquinas cuya inteligencia supere a la del hombre. Si así resulta, los seres humanos serán algo inútil y superfluo, y es verosímil que se prescinda de ellos.

Aunque no sea seguro que acontezca esto, sí es seguro que el loco y precipitado avance de la tecnología y el desmesurado crecimiento económico lo van transformando todo, y apenas sí es posible concebir cómo el resultado final puede dejar de ser funesto.

En los países que están industrializados desde hace más tiempo, tales como Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, se va extendiendo la comprensión de que el sistema tecnológico nos lleva por el camino del desastre.

Cuando yo era un muchacho, en los años cincuenta, prácticamente todo el mundo acogía con gusto, o hasta con entusiasmo, el progreso, el crecimiento económico y sobre todo la tecnología, y creía sin reserva que eran puramente beneficiosos. Un alemán que conozco me ha dicho que la misma actitud hacia la tecnología reinaba en Alemania en aquel entonces, y es de suponer que reinaba en todas partes del mundo industrializados.

Pero en el transcurso del tiempo ha ido cambiando esta actitud. Excusado es decir que las más de las personas ni siquiera tienen una actitud hacia la tecnología, porque no se toman la molestia de reflexionar sobre ella; simplemente la aceptan irreflexivamente. Pero en los Estados Unidos y entre las personas reflexivas -las que si se toman la molestia de pensar seriamente en los problemas de la sociedad en que viven- la actitud hacia la tecnología ha cambiado profusamente y sigue cambiando. Los que todavía se entusiasman con la tecnología son por lo general los que esperan sacar de ella algún provecho particular, tales como los científicos, los ingenieros, los militares y los gerentes de las corporaciones. La actitud de otras muchas personas es apática o cínica; Saben de los peligros y de ladecadencia social que acarrea el llamado progreso, pero lo creen inevitable y suponen que sería inútil tratar de resistirse a él.

No obstante, hay un creciente número de personas, especialmente entre los jóvenes, que no son tan pesimistas y pasivas. No quieren aceptar el destrozo de su mundo, y buscan nuevos valores que los libren del yugo del sistema tecno-industrial existente (12). Este movimiento es todavía informe y poco cuajado; los nuevos valores son aún vagos y mal definidos. Pero a medida que la tecnología avance a lo largo de su camino loco y destructor, y sus estragos se hagan cada vez más obvios e inquietantes, es de esperar que el movimiento crezca y cuaje, y precise y afirme sus valores. Estos valores, por lo visto y juzgando también por lo que lógicamente deberían ser, tomarán con probabilidad una forma más o menos parecida a la siguiente:

Algo más o menos parecido al precedente conjunto de valores debería ser desarrollado por el movimiento de oposición al sistema tecno-industrial; y en verdad son muchos los indicios de la emergencia de valores semejantes. Estos valores, claro está, son totalmente incompatibles con la supervivencia de la civilización tecnológica, así como los valores que emergieron antes de las revoluciones francesa y rusa fueron totalmente incompatibles con lasupervivencia de los viejos regímenes respectivos de esos países. A medida que empeoren los estragos del sistema tecno-industrial, es de suponer que cundirán y se fortalecerán los nuevos valores que se le oponen. Si la tensión entre éstos y los valores tecnológicos crece lo bastante y llega a una coyuntura idónea sucederá lo que sucedió en Francia y Rusia: se desencadenará una revolución.

Pero no predigo una revolución; queda por ver si la habrá. Hay varios factores que pueden estorbarla, entre ellos los siguientes:


-Ted Kaczynski " El camino a la revolución"