1. Así como la Revolución Industrial sucedió, la sociedad moderna creó para sí un mito auto- condecorativo, el mito del “progreso”: Desde la era de nuestros remotos simios antecesores, la historia humana ha seguido su incesable rumbo hacia un futuro mejor y más brillante, siendo alegremente bienvenidos por todos cada avance tecnológico que surgía: la ganadería, la agricultura, la rueda, la construcción de ciudades, la invención de la escritura y el dinero, los buques de pesca, la brújula, la pólvora, la imprenta, la máquina de vapor, y, al fin, el mayor logro humano, ¡La sociedad industrial moderna! Antes de la industrialización, prácticamente todo el mundo estaba condenado a una vida invariable, trabajos durísimos, enfermar de desnutrición, y una esperanza de vida reducida. ¿Acaso no somos muy afortunados por vivir en estos tiempos modernos que nos brindan montones de ratos de ocio y un tropel de comodidades tecnológicas para hacer nuestras vidas más fáciles?
A día de hoy, pienso que hay realmente poca gente que sea sincera, honesta y bien informada, que siga creyendo en este mito. Para perder la fe en el progreso, uno sólo tiene que mirar alrededor y ver la devastación de nuestro medio ambiente, la proliferación de las armas nucleares, la excesiva frecuencia con la que se dan casos de depresión, ansiedad y estrés psicológico, el vacío espiritual de una sociedad que se nutre a sí misma con la televisión y los juegos de ordenador... y podría seguir y seguir.
El mito del progreso puede no estar muerto aún, pero está muriendo. En su lugar, otro mito ha estado creciendo, un mito que ha sido promovido especialmente por los anarco- primitivistas, aunque también se ha generalizado en otros círculos. De acuerdo con este mito, antes del advenimiento de la civilización nadie tuvo que trabajar jamás, la gente simplemente arrancaba la comida de los árboles y se la metía en la boca, dedicando el resto de su tiempo a jugar al corro de la patata con los hippies. Los hombres y mujeres eran iguales, no había rivalidad, ni racismo, sexismo u homofobia, la gente vivía en armonía con los animales, y todo era amar, compartir y cooperar.
De acuerdo, lo anterior sólo era una caricatura de la visión de los anarco-primitivistas. La mayoría de ellos -espero- no están tan lejos del alcance de la realidad como digo. Sin embargo, están bastante fuera de su alcance, y ya es hora de que alguien desacredite su mito. Porque ese es el propósito de este artículo, voy a decir poco aquí acerca de los aspectos positivos de las sociedades primitivas. De todas formas, quiero dejar bien claro que podría decir muchas cosas positivas acerca de estas sociedades. En otras palabras, el mito anarco-primitivista no es un mito al cien por cien; contiene varios elementos reales.
2. Vamos a empezar con el concepto de “abundancia primitiva”. Parece ser que entre los primitivistas existe la creencia de que nuestros antepasados cazadores-recolectores tenían que trabajar una media de apenas dos a tres horas diarias, o de dos a cuatro horas diarias... los ejemplos varían, pero el máximo establecido nunca pasa de cuatro horas diarias, o 28 horas a la semana (de media). La gente que proporciona esos ejemplos normalmente no establece con precisión lo que quieren decir por “trabajar”, pero al lector se le deja asumir que ello incluye todo tipo de actividades necesarias para reunir las exigencias prácticas del estilo de vida de los cazadores-recolectores.
Lo típico, es que los anarco-primitivistas fallen al citar las fuentes de esta supuesta información, pero parece ser que principalmente proviene de dos ensayos, uno de Marshal Sahlins (La Sociedad de la Opulencia Original – The Original Affluent Society [2]) y otro deBob Black (Abundancia Primitiva – Primitive Affluence [3]). Sahlins reivindica este hecho, basándose en los bosquimanos de la región de Dobe, en Sudáfrica, cuya “semana laboral era aproximadamente de 15 horas” [4]. Para exponer esta información, se fió de los estudios de Richard B. Lee. Yo no tengo acceso directo a los trabajos de Lee, pero sí que tengo una copia de un artículo de Elizabeth Cashdan en el cual ella resume los estudios de Lee de una manera bastante más precavida y completa que la de Sahlins [5]. Cashdan contradice a Shalins rotundamente: según ella, Lee se encontró con que los bosquimanos que estudió trabajaban más de cuarenta horas por semana.
En una parte de su ensayo que muchos anarco-primitivistas han encontrado conveniente pasar por alto, Bob Black reconoce la realidad de la semana laboral de cuarenta horas semanales y explica la siguiente contradicción: Sahlins siguió los trabajos recientes de Lee que sólo tenían en cuenta el tiempo usado en la caza y recolección. Cuando luego tuvo en cuenta todo el trabajo en general, la semana laboral era el doble.
El trabajo omitido por Sahlins y los anarco-primitivistas era probablemente la parte más desagradable de la semana laboral de los bosquimanos, demasiado, ya que la mayor parte consistía en preparar el alimento y conseguir leña [8]. Y hablo desde una amplia experiencia personal con el alimento salvaje: preparar esos alimentos para su uso suele ser tan agradable como un grano en el culo. Es mucho más placentero recolectar nueces, desenterrar raíces, o jugar a ser cazador, que partir nueces, limpiar las raíces, y jugar a ser peletero y carnicero - o recoger leña y cocinar sobre una hoguera.
Los anarco-primitivistas también yerran al creer que los hallazgos de Lee pueden ser aplicados a todos los cazadores-recolectores en general. Ni siquiera está claro que esos hallazgos puedan ser aplicados a lo largo de todo un año en base a los estudios de los bosquimanos que hizo Lee. Cashdan deja evidencia de que la investigación de Lee pudo haber sido hecha durante el periodo del año en el que los bosquimanos trabajan menos. También menciona otros dos pueblos cazadores-recolectores que han mostrado que gastan bastante más tiempo en la caza-recolección del que los bosquimanos de Lee usaban, y ella saca en claro que Lee pudo haber subestimado en gran medida el trabajo de las mujeres, porque él falló al no incluir el cuidado de los niños en el gasto de tiempo global.
No estoy familiarizado con ningún otro estudio cuantitativo exacto sobre el tiempo de trabajo de los cazadores-recolectores, pero es cierto que al menos un número extra de cazadores-recolectores trabajaron un montón, más de las cuarenta horas semanales de los bosquimanos de Lee. Gontran de Poncins estableció que los esquimales con los que vivió entre 1939 y 1940 no tenían “ningún grado considerable de ocio”, y que ellos “trabajaban y trabajaban durante quince horas diarias solamente para conseguir comida y sobrevivir”. Probablemente él no quiso decir que trabajaban exactamente quince horas cada día, pero está claro por sus informes que los esquimales trabajaban muy duramente.
Entre los pigmeos Mbuti principalmente estudiados por Paul Schebesta, los días que las mujeres no iban a por suministros de fruta y verdura a los cultivos de la aldea, sus crecientes excursiones al bosque duraban entre cinco y seis horas. Aparte de la tarea de recolectar alimentos, las mujeres tenían un trabajo adicional considerable que hacer. Por ejemplo, cada tarde, una mujer tenía que adentrarse de nuevo en el bosque y volver al campamento jadeando y arqueada bajo un montón de leña. La mujer trabajaba bastante más que el hombre, pero parece claro por los informes de Schebesta que, no obstante, los hombres trabajaban mucho más de las tres o cuatro horas diarias que afirman los anarco-primitivistas. Colin Turnbull estudió a los pigmeos Mtubi, los cuales cazaban con redes. Debido a la ventaja que les concedían las redes, estos Mtubi sólo gastaban en la caza unas veinte horas semanales. Pero para ellos: “la fabricación de redes es prácticamente una actividad detiempo completo... la cual es consentida por ambos, hombres y mujeres, cuando tienen el tiempo libre o las ganas para ponerse a ello”
Los Siriono, que vivían en un bosque tropical de Bolivia, no eran cazadores-recolectores puros ya que empezaron a plantar cultivos de extensión limitada en ciertas épocas del año. Pero vivieron la mayoría del tiempo cazando y recolectando. Según el antropólogo Holmberg, los Siriono cazaban de media día sí día no. Salían al amanecer y normalmente volvían al campamento entre las cuatro y las seis de la tarde. De ahí se saca que de media eran almenos once horas para la caza, y al ser tres días y medio por semana, la cifra asciende a 38 horas semanales para la caza, como mínimo. A nada que los hombres hicieran un mínimo de trabajo en los días que no cazasen, su semana laboral, hecha la media a lo largo del año, debía ser de más de 40 horas. Y sólo una pequeña parte de ese trabajo consistía en la agricultura [19]. De hecho, Holmberg estimó que los Siriono gastaban cerca de la mitad del tiempo que estaban despiertos en la caza-recolección [20], lo cual significaría pasar unas 56 horas semanales aproximadamente en esas actividades, a solas. Incluyendo otro tipo de trabajo, la semana laboral podría ser de más de 60 horas. Las mujeres Siriono “disfrutan incluso de menos tiempo libre que los hombres”, y “la obligación de llevar a los niños hasta su madurez les deja poco tiempo para el resto”. El libro de Holmberg contiene muchas otras indicaciones de cuán duro han de trabajar los Siriono.
En La Sociedad de la Opulencia Original, Sahlins expone, además de los bosquimanos de Lee, otros ejemplos de pueblos cazadores-recolectores que supuestamente trabajaban poco, pero en la mayoría de esos casos, o no ofrece una estimación cuantitativa del tiempo dedicado al trabajo, u ofrece una estimación basada sólo en el tiempo dedicado a la caza-recolección. Si los bosquimanos de Lee son tomados como referencia, ésta podría estar bien debajo de la mitad del tiempo total de trabajo. Sin embargo, para dos grupos de aborígenes australianos, Sahlins sí que da estimaciones cuantitativas del tiempo gastado en “cazar, recolectar plantas, preparar comidas y reparar armas”. En el primer grupo, la media semanal del tiempo empleado por cada trabajador en dichas actividades era de 26 horas y media; en el segundo grupo, ascendía a 36. Pero esto no incluye todo el trabajo; no dice nada, por ejemplo, acerca del tiempo empleado en el cuidado de los niños, la recolección de leña, traslado del campamento, o crear y reparar otros instrumentos a parte de las armas. Si se contara todo el trabajo necesario, la semana laboral del segundo grupo probablemente sobrepasaría las 40 horas semanales. La semana laboral del primer grupo no representa a un grupo normal de cazadores-recolectores, ya que dicho grupo no tenía niños que alimentar. El propio Sahlins, además, cuestiona la validez de las deducciones sacadas de dichos datos. Por supuesto, incluso si se encontraran ejemplos puntuales de sociedades cazadoras- recolectoras cuyo tiempo de trabajo total se limitara a unas tres o cuatro horas diarias, importaría bastante poco para el presente propósito, ya que aquí no nos estamos centrando en casos excepcionales, sino en la jornada laboral de los cazadores-recolectores de forma generalizada.
Cualesquiera que puedan ser las horas de trabajo empleadas por los cazadores-recolectores, la mayoría de dicho trabajo será agotador físicamente hablando. Los hombres Siriono recorrían unos 24 kilómetros al día en sus expediciones de caza, y algunas veces llegaban incluso a los 64 kilómetros. Recorrer tal distancia en la naturaleza salvaje, sin caminos ni sendas, requiere muchísimo más esfuerzo que hacerlo por una carretera o un camino asfaltado.
“Al caminar y correr por pantanos y a través de la selva, el cazador desnudo está expuesto a espinas, pinchos, plagas de insectos... Mientras que la búsqueda de comida es gratificante de otro modo, porque a la larga siempre se obtiene comida para la supervivencia, también es un castigo constante, debido a la fatiga y al dolor inevitablemente asociados a la caza, pesca y recolección de comida”
“Los hombres suelen disipar su ira hacia otros hombres mediante la caza. ...Incluso sí no cazan nada, vuelven a casa demasiado cansados para estar enfadados”
Para los Siriono, hasta recolectar fruta salvaje puede ser peligroso y puede llevar un trabajo considerable. Los Siriono hacen muy poco uso de las raíces salvajes [32], pero es bien sabido que muchos cazadores-recolectores confían profundamente en las raíces como alimento. Normalmente, recolectar raíces comestibles en la naturaleza salvaje no es como sacar zanahorias de la suave tierra de cultivo de un huerto. Lo más habitual es que el suelo esté duro, o esté cubierto de hierba robusta que tendrás que atravesar para conseguir las raíces. Desearía poder llevar a ciertos anarco-primitivistas al monte, enseñarles dónde crecen las raíces comestibles, e invitarles a que consigan su cena escarbando allí con sus manos. Cuando hubieran conseguido suficientes raíces de perideridia o bulbos de camassia para tener una comida medio decente, sus manos llenas de ampollas les desengañarían de cualquier idea acerca de que los primitivos no tenían que trabajar para vivir.
El trabajo de los cazadores-recolectores solía ser monótono, además. Era monótono, por ejemplo, cuando se trataba de desenterrar raíces, y éstas eran pequeñas, como era el caso de los indios del oeste de Norteamérica, como las raíces amargas o las ya mencionadas camassia y perideridia. Coger bayas también es monótono si pasas muchas horas haciéndolo.
O intentad curtir piel de ciervo. Una cruda, la que está seca se endurece, se queda como cartón, y si la doblas se partirá, igual que haría el cartón.
Hay que curtir las pieles para que sean útiles como ropa o mantas. Suponiendo que quisieras dejar el pelo de la piel, como harías con ropa de invierno, hay tres pasos indispensables para curtir una piel de ciervo. Primero, debes quitar cuidadosamente cada pedazo de carne que haya pegado a la piel. La grasa en particular debe quitarse con un cuidado escrupuloso, ya que cualquier pedacito de grasa que se quedara pegado a la piel haría que se pudriera. Después, la piel debe ser ablandada. Y finalmente, debe ser ahumada. Si no se ahumea y se moja, cuando se seque se acartonará, y habrá que ablandarla entera de nuevo. Lo que más tiempo lleva es de lejos la parte del ablandado. Se emplean muchas horas en amasar la piel con tus manos, o en llevarlo adelante y atrás sobre la cabeza de una estaca introducida en un bloque de madera, y el trabajo es muy monótono. Hablo desde la propia experiencia.
Un argumento que se ofrece a veces es que los cazadores-recolectores que sobreviven en los tiempos recientes, es debido a que viven en entornos bastos y salvajes, ya que las zonas más acogedoras han sido tomadas por los pueblos agricultores. Supuestamente, los cazadores- recolectores prehistóricos que ocuparon tierra fértil debieron haber trabajado mucho menos que los cazadores-recolectores recientes que viven en desiertos u otros entornos no productivos. Esto puede ser cierto, pero tal argumento es especulativo, y soy bastante escéptico al respecto.
Ahora estoy un poco oxidado, pero antes solía estar familiarizado con las plantas comestibles del Este de Estados Unidos, zona que es precisamente una de las regiones más fértiles del mundo, y me sorprendería si alguien pudiera levantar allí una familia mediante la caza y recolección empleando menos de cuarenta horas de trabajo semanales. La región contiene una amplia variedad de plantas comestibles, pero vivir de ellas no sería tan fácil como podríais pensar. Coger nueces, por ejemplo. La nuez negra, nuez blanca, y nuez dura, son extremadamente nutritivas y bastante abundantes. Los indios solían recolectar pilas enormes de ellas [34]. Si encuentras unos pocos árboles buenos en Octubre, probablemente podrías recolectar suficientes nueces en una hora o menos como para alimentarte durante todo el día. Suena genial, ¿no? Sí, sí que suena genial, al menos si nunca has intentado romper una nuez negra. Quizás Arnold Schwarzenegger podría romper una nuez negra con un cascanueces habitual (si el cascanueces no se rompe primero) pero una persona de un físicomedio no podría. Tienes que golpearla con un martillo; y el interior de la nuez, se divide en pequeñas partes que son tan gruesas y duras como una concha de almeja, así que tienes que romper la nuez en varias partes y recoger cada pedacito comestible lenta y tediosamente. Es un proceso que lleva mucho tiempo. Para conseguir alimento suficiente para un día, te podrías tirar el resto del tiempo partiendo nueces y cogiendo los trozos comestibles del fruto. Las nueces blancas salvajes (no confundirse con las nueces inglesas domesticadas que compras en la tienda) son bastante parecidas a las negras. Las nueces duras no son especialmente difíciles de partir, pero siguen teniendo partes internas duras que quebrantar, y normalmente son mucho más pequeñas que las negras.
Los indios solucionaron ese problema poniendo las nueces en un mortero y moliéndolas hasta convertirlas en trozos minúsculos de cáscara, carne y tal. Entonces cocían la mezcla y luego lo retiraban para que se enfriase. Los fragmentos de cáscara se quedaban en el fondo, mientras que los fragmentos de carne se quedaban en una capa superior. Esta manera es más eficiente que romper las nueces de manera individual, pero como se puede ver, también requiere cierto trabajo.
Los indios del Este de los EE.UU. utilizaban otros alimentos salvajes que necesitaban una preparación más o menos laboriosa para hacerlos comestibles. Es poco probable que ellos usaran dichos alimentos si otros alimentos que fueran más fáciles de preparar hubieran estado disponibles en la cantidad suficiente.
Euell Gibbons, un experto en plantas salvajes comestibles, sacó un episodio acerca de vivir de la tierra en el Este de los Estados Unidos. Es difícil decir qué nos puede contar su experiencia acerca del tiempo que los pueblos primitivos empleaban en el trabajo, ya que él no dio información cuantitativa acerca de cuántas horas pasó recolectando. En cualquier caso, él y sus padres sólo recolectaban para alimento y su procesado; no tuvieron que curtir pieles o hacer su propia ropa, herramientas, utensilios o refugios; no tenían niños que alimentar; y sustituyeron su dieta con productos comerciales ricos en calorías: aceite de cocina, azúcar, y harina. Y en al menos una ocasión, usaron el automóvil como transporte.
Pero, dándole una oportunidad al argumento, vamos a asumir que las regiones fértiles del mundo fueron alguna vez tan abundantes que era posible vivir de la tierra durante todo el año con una media de, vamos a decir, sólo tres horas de trabajo al día. Con unos recursos tan abundantes, los cazadores-recolectores no necesitarían viajar para buscar comida. Uno esperaría que se volvieran sedentarios, y en ese caso, serían capaces de acumular riqueza y formar estructuradas jerarquías sociales. Por lo tanto, perderían algunas de las cualidades que los anarco-primitivistas valoran en los cazadores-recolectores nómadas. Ni siquiera los anarco-primitivistas niegan que en la costa noroeste de Norteamérica hubiera cazadores- recolectores sedentarios que acumulaban riqueza y tenían unas jerarquías bien desarrolladas . Las pruebas sugieren la existencia de otras sociedades cazadoras-recolectoras similares (donde la abundancia de los recursos naturales lo permite, por ejemplo, en los ríos principales de Europa ). De este modo, los anarco-primitivistas están atrapados en un problema: donde los recursos naturales eran suficientemente abundantes para minimizar el trabajo, también maximizan la probabilidad del desarrollo de jerarquías sociales que los anarco-primitivistas aborrecen.
Sin embargo, no he estado intentando probar que el hombre primitivo era menos afortunado en su vida laboral de lo que lo es el hombre moderno. En mi opinión, lo cierto es que es al contrario. Probablemente al menos algunos cazadores-recolectores nómadas tenían más tiempo para el ocio de lo que los empleados americanos modernos tienen. Es cierto que la dura semana laboral de cuarenta horas de los bosquimanos de Richard Lee era más o menos igual que la semana laboral común en América. Pero los americanos modernos tienen que cargar con un gran número de solicitudes en su tiempo libre fuera de su horario de trabajo.Yo mismo, cuando trabajo en un empleo de cuarenta horas semanales, normalmente me he sentido ocupado: he tenido que ir a comprar comestibles, al banco, a la lavandería, rellenar formularios de impuestos, llevar el coche al taller, cortarse el pelo, ir al dentista... Siempre hay algo necesario que hacer. La mayoría de la gente con la que mantengo correspondencia actualmente, también se queja de estar ocupada. Por el contrario, el tiempo del hombre bosquimano, una vez acabada la jornada de trabajo, era exclusivamente suyo; podía emplear su tiempo libre en lo que quisiera. Las mujeres bosquimanas en edad de reproducción podían haber tenido mucho menos tiempo de ocio porque, como las mujeres de toda sociedad, tenían que cargar con el cuidado de los niños pequeños.
Pero el ocio es un concepto moderno, y el énfasis que ponen en él los primitivistas pone en evidencia su servidumbre a los valores de esa civilización que tanto dicen odiar. La cantidad de tiempo empleada en el trabajo no es lo que importa. Muchos autores han discutido ya qué es lo que falla respecto al trabajo en la sociedad moderna, y no veo razón para volver sobre ese tema de nuevo. Lo que sí importa es que, aparte de la monotonía, lo que falla respecto al trabajo en la sociedad moderna, no falla en la sociedad de cazadores-recolectores nómadas.
El trabajo de los cazadores-recolectores supone un desafío, tanto en términos del nivel de esfuerzo físico como en términos del nivel de habilidades requeridas. El trabajo de los cazadores-recolectores tiene un sentido, y su sentido no es abstracto, remoto, o artificial, sino concreto, muy real, y directamente importante para el trabajador: trabaja para satisfacer sus propias necesidades físicas, las de su familia, y las de otra gente a la que él se siente personalmente cercano. Sobre todo, el cazador-recolector nómada es un trabajador libre: no es explotado, no se somete a ningún jefe, nadie le da órdenes; él diseña su propia jornada laboral, si no lo hace como individuo lo hace como miembro de un grupo que es suficientemente pequeño como para que cada individuo pueda participar de manera significativa en las decisiones tomadas. Los trabajos modernos tienden a ser estresantes psicológicamente. El trabajo de los cazadores-recolectores a veces es monótono, pero mi opinión es que la monotonía causa relativamente poco malestar en las sociedades primitivas. El aburrimiento, yo creo, es en gran medida un fenómeno de la civilización, y es un producto de los estreses psicológicos que son característicos de la vida civilizada. Reconozco que esto es un problema derivado de mi opinión personal, no puedo probarlo, y una discusión sobre ello se alejaría demasiado de la óptica de este artículo. Aquí sólo diré que mi opinión está basada mayormente en mi propia experiencia viviendo fuera del sistema Tecno-industrial.
Es difícil decir cómo se sentían los cazadores-recolectores respecto a su trabajo, ya que los antropólogos y otras personas que han visitado los pueblos primitivos (al menos aquellos cuyos informes he leído) normalmente no parecen haberse preguntado dichas cuestiones. Pero el siguiente texto de Holmberg merece la pena mencionarlo: “son relativamente apáticos respecto al trabajo (taba taba), el cual incluye tareas tan ingratas como la construcción de casas, reunir leña, limpiar, plantar y labrar los campos. Sin embargo, en un tipo de trabajo bastante diferente, se encuentran actividades tan placenteras como la caza (gwata gwata) y la recolección (deka deka, “buscar”), los cuales son vistos más como un divertimento que como trabajo"
Pese a eso, el hecho es que, como vimos anteriormente, las actividades de caza y recolección de los Siriono gastaban una excesiva cantidad de tiempo, eran fatigosas, agotadoras, y exigentes físicamente.
3. Otro elemento del mito anarco-primitivista es la creencia de que en los grupos cazadores- recolectores, al menos en los nómadas, había igualdad de género. John Zerzan, por ejemplo, lo afirma en Futuro Primitivo [45] y en algún otro sitio [46]. Probablemente sí que existieransociedades con total igualdad de género, aunque no sé de ningún ejemplo que sea irrebatible. Sí sé de culturas cazadoras-recolectoras que tenían un grado de igualdad relativamente alto, pero se quedaban cortas respecto a la igualdad total. En otras sociedades cazadoras-recolectoras nómadas había, sin duda alguna, un dominio masculino, y en algunas de dichas sociedades alcanzaba un nivel de brutalidad absoluto hacia la mujer. Probablemente el ejemplo más comentado de igualdad de género entre cazadores- recolectores es el de los bosquimanos de Richard Lee, a los cuales ya me referí anteriormente en nuestra discusión sobre la vida laboral de los cazadores-recolectores. En primer lugar se debería decir que podría ser muy arriesgado asumir que las conclusiones de Lee respecto a los bosquimanos de la región de Dobe se podrían aplicar a los bosquimanos de la región del Kalahari de una forma general. Los diferentes grupos de bosquimanos difieren culturalmente [47]; ya que ni siquiera todos ellos hablan una misma lengua.
vEn cualquier caso, fiándose en gran medida de los estudios de Richard Lee, Nancy Bonvillain establece que entre los bosquimanos de Dobe (a los que ella llama “Ju/’hoansi”), “las normas sociales sostienen claramente la noción de igualdad entre hombres y mujeres” y que “su sociedad valida abiertamente la igualdad de hombres y mujeres”. Así que los bosquimanos de Dobe tenían igualdad de sexos, ¿no?
Bueno, pues quizá no. Mirad algunos de los hechos que Bonvillain expone en el mismo libro: “La mayoría de los líderes y representantes del campamento son hombres. A pesar de que ambos, mujeres y hombres, participan en las discusiones de grupo y la toma de decisiones,...el tiempo que participan los hombres en las discusiones supone las dos terceras partes del total de ambos géneros”
Mucho peor son los matrimonios forzados de chicas bastante jóvenes con hombres mucho más mayores que ellas [52]. Es cierto que las prácticas que parecen crueles para nosotros, podrían no parecer crueles para la gente de otras culturas a los que se les imponen dichas prácticas. Pero Bonvillain cita las palabras de una mujer bosquimana que muestra que al menos ella percibió su matrimonio forzado como cruel: “Lloraba sin parar [53].” “Me escapaba una y otra vez. Una parte de mi corazón seguía pensando: ¿por qué soy una niña y ya tengo marido?” [54]; además, “ya que la vejez da prestigio..., los maridos más ancianos, experimentados, y maduros, pueden convertir a sus mujeres en socialmente subordinadas, si no ya personalmente”
Por consiguiente, dándose que los bosquimanos de Dobe tenían sin duda alguna varios elementos de la igualdad de géneros, se podría hacer una gran excepción y afirmar que tenían igualdad de géneros total. Basándose en su experiencia personal, Colin Turnbull estableció que entre los pigmeos Mtubi de África, una mujer “de ningún modo es socialmente inferior a un hombre”, y que “la mujer no es objeto de discriminación”. Eso suena a igualdad de géneros ...hasta que te fijas en los hechos concretos que el propio Turnbull ofrece en esos mismos libros: Una cierta cantidad de palizas a la esposa se considera bueno, y de la mujer se espera que responda con más pelea ; “Él dijo que estaba muy contento con su esposa, y no encontró necesario darle palizas tan a menudo” ; El hombre arroja a la mujer al suelo y la abofetea; El marido le dio una paliza a su mujer; El hombre le pega una paliza a su hermana; Kenge da una paliza a su hermana; “Quizás él debería haberle dado una paliza más fuerte, dijo Tungana [un anciano], porque a algunas chicas les gusta que les peguen”; “Amabosu respondió reventándole la cara con firmeza. Normalmente Ekianga habría aprobado tal varonil acto de afirmación de su autoridad sobre una mujer infiel”. Turnbull menciona dos casos de hombres dando órdenes a sus mujeres. No he encontrado ni un caso en los libros de Turnbull de mujeres dando órdenes a sus maridos. Se refiere a las pipas de fumar conseguidas por mujeres como si fueran propiedad del marido. “Un chico necesita el permiso de una chica antes de que las relaciones tengan lugar. Los hombres dicen que unavez que se tumban con una chica, sin embargo, si quieren pueden pillarla por sorpresa, cuando están metiéndole mano, y forzarle para su propósito”. En nuestros días a eso lo llamamos “cita que acaba en violación”, y el joven que estuviera involucrado se arriesgaría a una larga pena de prisión.
Por el bien del equilibrio, vamos a remarcar también que Turnbull no encontró ningún caso de lo que llamaríamos “violación callejera” como opuesto a la “violación en una cita” ; se supone que los maridos no golpeaban a sus mujeres en la cabeza o en la cara; y al menos en un caso en el que un hombre acabó dando palizas a su mujer de una manera muy frecuente y severa, sus compañeros de campamento, a la larga, encontraron razones para acabar con el abuso sin el uso de la fuerza y sin una intromisión abierta . También se debería tener en cuenta que el significado de una paliza depende del contexto cultural. In nuestra sociedad es una gran humillación ser golpeado por otra persona, especialmente por una que es más grande y fuerte que uno mismo. Pero ya que los golpes eran algo habitual entre los Mtubi, se podría asumir con seguridad que ellos no se sentían particularmente humillados.
No obstante está bastante claro que había cierto grado de dominación masculina entre los Mtubi. Entre los Siriono: “una mujer está subordinada a su marido” ; “Las familias numerosas son frecuentemente dominadas por el varón activo más anciano”; “La mujer es dominada por el hombre” ; “Si un hombre está fuera, en el bosque con una mujer, ...él puede arrojarla al suelo bastamente y cobrarse su premio [sexo] con tan solo decir una palabra” ; Definitivamente los padres prefieren tener hijos varones; “Aunque la categoría de ererekwa está reservado para los hombres que sean jefe, si se le pregunta a una mujer `¿quién es tu ererekwa? ́ ella siempre responderá `mi Marido ́. Por otra parte, los Siriono nunca dan palizas a sus mujeres, y “las mujeres disfrutan de los mismos privilegios que los hombres. Consiguen igual o más comida, y disfrutan de la misma libertad sexual”. Según Bonvillain, los hombres esquimales “dominan a sus mujeres e hijas. El dominio que ejercen los hombres no es total, sin embargo......”. Ella describe las relaciones de género de los esquimales en varios detalles, que podrían, o no, ser un sesgo para recalcar su ideología feminista.
Entre los esquimales con los que vivió Gontran de Poncins, los maridos sostenían abiertamente su autoridad sobre las mujeres, y a veces les daban palizas. Hasta ahora, y a través de su talento para la persuasión, las esposas tenían un gran poder sobre sus maridos: “Podría parecer... que la mujer nativa vivía en un estado completamente deplorable de inferioridad respecto al varón esquimal, pero este no es el caso. Lo que pierde en autoridad, en comparación con la mujer blanca, lo gana, gracias a un ingenio superior, de muchas otras maneras. La mujer nativa era muy astuta, y casi nunca fallaba al conseguir lo que quería”; “Observar esta comedia era un disfrute perpetuo, esta batalla casi sin palabras en la que la mujer... inevitablemente conseguía lo mejor del marido. No existe una mujer esquimal desentrenada en el arte del peloteo, ni una incapaz de repetir sin cansarse y sin embargo mencionando con insinuante insistencia lo que quiere, hasta que el marido, desgastado por su persistencia, se rinde”, “Las mujeres estaban detrás de todo en este mundo esquimal”; “No es necesario ser feminista para preguntar: ¿qué hay sobre el estatus de la mujer esquimal? Su estatus les viene bastante bien. Y he indicado ocasionalmente en estas páginas que ellas no son sólo amas de casa, sino también, en la mayoría de las familias esquimales, las astutas promotoras de las decisiones de sus maridos”
Una critica al anarcoprimitivismo
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